María Moreno: el periodismo muere “de posverdad, de obsecuencia al poder, de pésima escritura”
Por Jorge Morla – El País (España)
Entre la novela, el libro de memorias, el ensayo y la crónia social, Black out (que este año publicó en España Random House) revolucionó el mundo editorial argentino desgranando la Buenos Aires bohemia de los años 60 y 70, en la que los bares eran el punto de reunión de periodistas y escritores. Una época etílica en la que se curtió el oficio de la periodista y escritora María Moreno (nacida en Buenos Aires pero cuya fecha de nacimiento no encontrarán).
De pequeña quería ser…
Gardel. Tener dientes de piano y cantar mirando al cielo como una virgen. Quizás porque escuchaba literalmente eso de “un bronce que sonríe” que parecía una metáfora para niños trash.
¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?
Mis padres no daban consejos, a veces un sopapo o una paliza. En esos tiempos el psicoanálisis estaba en pañales.
¿Con quién le gustaría quedar atrapada en un ascensor?
Con nadie o con un reparador de ascensores. Una vez quedé atrapada en un ascensor con un escritor famoso. Estaba vestido con una robe de chambre de seda y tenía un lengue en el cuello. Se parecía a Arturo de Córdoba . Pensé en el horror de ser encontrada en semejante compañía. Me trepé a las paredes y abrí el techo con las uñas. “Arturo de Córdoba” me llamó “histérica” .
¿Algún sitio que le inspira?
El Delta con sudestada y corte de luz. Y, por supuesto, el baño.
¿La última vez que lloró?
Al ver las fotos de los 44 tripulantes del submarino ARA San Juan.
¿Qué música le sirve para trabajar?
La de gatos reclamando comida, el ruido de una sierra que un vecino utiliza a la hora de la siesta, el mensaje en el contestador donde un editor me insulta porque no he entregado la nota. Me sirve una cierta falta de confort.
¿Cuál ha sido el mejor regalo que ha recibido?
Un piropo: “parecés una ex actriz porno”.
¿Para qué sirven los premios?
Creo que siempre es bueno un reconocimiento del tamaño que sea y en efectividades conducentes como decía el general Perón, es decir, en plata. La imagen de los formalistas rusos leyendo a la luz de una fogata y alimentando el fuego con la última página leída del libro, será muy romántica pero una horrible recomendación a los Estados para que suelten la mano a los artistas (cuando no los están persiguiendo o asesinando).
¿Qué significa ser periodista?
Idealmente seguir el ejemplo de Rodolfo Walsh, el autor de Operación masacre. Para realizar una investigación y difundir una sentencia que interpele a la oficial y estatal y rompa su impunidad. En mi caso para ejercer la crítica de la vida cotidiana, analizar los mitos impuestos por los medios, ejercitar estilo, es decir hacer en los diarios borradores de mis libros.
¿Y escritora?
No diferencio ser escritora de ser periodista si mis referentes son Rubén Darío, Rodolfo Walsh, Roberto Arlt, Alfonsina Storni, Joan Didion. No me comparo: me identifico.
¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?
Las aventuras de la china Iron de Gabriela Cabezón Cámara, una reescritura queer del Martín Fierro contada desde el punto de vista de su mujer .
Y qué libro mataría por haber escrito?
No mataría por escribir un libro. Mataría por amor como el preso número 9 de la canción.
¿Cómo era ese periodismo, y esa vida, de los 60 y 70 en argentina?
Insistía en intervenir intelectual y políticamente, dialogar desde la crítica con el poder, tener como proyecto una disrupción estética en el stablishment, querellar con los medios desde los mismos medios, sin aceptar jamás sus condiciones complacientes. pero al mismo tiempo era divertido, borrachín, trasnochado.
¿Con Black out, confiesa que ha bebido?
No confieso, narro. Soy atea. En Black out el alcohol es en parte una coartada para contar una historia nacional. La historia se ocupa poco de la relación entre paraísos artificiales y nación .
¿De qué se muere el periodismo hoy?
De posverdad, de obsecuencia al poder, de pésima escritura.
¿Cuál ha sido su gran experiencia?
Haber sobrevivido.
En una fiesta de disfraces, ¿de qué se disfrazaría?
De mi propia necrológica. Ya lo hice. Llevaba en el pecho el aviso fúnebre y una corona con una cinta violeta que decía “Sus amigos del bar”. Fui un éxito.
¿Dónde no querría vivir jamás?
Ni en Europa ni en EEUU. Es una pregunta difícil de responder, mejor dicho de imaginar, para alguien que tiene la edad de morir.
¿Qué crónica necesita Argentina hoy?
No una sino varias, hechas desde los bordes, como dicta la tradición del género.
¿Qué la deja sin dormir?
No tener a mano mi pastilla de Diocam 0,5 .
¿Algún sueño recurrente?
Que soy un comando palestino y disparo con mi ametralladora en un aeropuerto, veo la sangre saltar por las paredes, la gente cayendo al piso. Mientras huyo tengo el corazón en la boca hasta que me alcanzan, me doy vuelta y disparo antes de despertar al borde de un infarto.
¿Cuál es su olor preferido?
Muchos: el del asado, el de la cebollas friéndose, el del bourbon y otro más íntimo: el olor a sudor de una axila sin depilar.
¿Qué personaje de la literatura o el cine se asemeja a usted?
Eso tienen que decirlo los demás. Un amigo me llama Zampanó , el personaje de La Strada de Fellini (hay en mí cierta brutalidad necia). Otros me comparan con la mujer soldado de Calles de fuego.
¿Qué la hace suspirar?
El hambre.
¿Qué siente cuando ve su foto en los diarios?
Me pregunto ¿Quién esa vieja cejuda con pinta de rollinga? ¿No podrían mejorar el photoshop
Respecto de su trabajo ¿De qué está más orgullosa?
De mi arte de injuriar
¿Cuál es la noticia que siempre ha esperado leer?
Que Mauricio Macri ya no es presidente.
¿Cómo ve el futuro de Argentina?
Negro como el del resto del mundo, en este momento del capitalismo , con su especificidad pero también con sus vitalicios bolsones de resistencia e imaginación como el movimiento Ni una menos.