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El conmovedor adiós de Sor Genevieve, la monja amiga del Papa Francisco

CIUDAD DEL VATICANO.– Con el corazón encogido por la tristeza, Sor Genevieve Jeanningros, una religiosa francesa de 82 años y amiga cercana del Papa Francisco, fue una de las primeras personas en despedirse del Pontífice, cuyo cuerpo fue expuesto este miércoles en la Basílica de San Pedro. Su imagen, llorando desconsoladamente frente al féretro, conmovió al mundo.

Pequeña, de mirada vivaz y una gran mochila verde a la espalda, Genevieve desafió el protocolo en medio de la emoción: cruzó el cordón de seguridad que rodeaba el ataúd. Aunque en un primer momento algunos diáconos intentaron detenerla, fue reconocida por gendarmes vaticanos que le permitieron acercarse para dar su último adiós a quien llamaba cariñosamente “su amigo”.

Una historia de lucha y cercanía

Sor Genevieve pertenece a la orden de las Hermanitas de Jesús y desde hace 56 años vive en una caravana en un parque de diversiones en Ostia, cerca de Roma, donde predica entre artistas de circo, ayuda a prostitutas, personas trans y otros marginados. Fue allí donde el propio Francisco la visitó en dos ocasiones, en 2015 y 2024.

Lo quieren mucho porque por primera vez fueron acogidos por un Papa”, contaba Genevieve sobre la emoción que sentían las personas trans y homosexuales que asistían con ella a las audiencias papales de los miércoles. En esas mañanas, solía sentarse en el Aula Pablo VI junto al padre Andrea Conocchia, conocido por abrir las puertas de su parroquia a personas trans.

Francisco, que la llamaba con afecto “la niña terrible”, la alentaba con un simple pero poderoso: “Sigan adelante”.

El peso de una memoria dolorosa

La historia de Sor Genevieve está atravesada también por la tragedia argentina. Es sobrina de Léonie Duquet, una de las dos monjas francesas desaparecidas durante la última dictadura militar. Léonie fue secuestrada en 1977 por la dictadura argentina, tras ayudar a las Madres de Plaza de Mayo, y fue asesinada en los denominados “vuelos de la muerte”.

Cuando Jorge Bergoglio se convirtió en Papa, Genevieve le escribió: le contó que era la sobrina de Duquet, y que también había abrazado la vida religiosa. Ese fue el comienzo de una amistad que se mantuvo hasta el último día del Pontífice.

En su despedida, el dolor de Genevieve no era solo el de una amiga que pierde a alguien cercano, sino también el de toda una vida de compromiso con los más olvidados, un legado que encontró eco y apoyo en un Papa que supo abrir puertas, acortar distancias y abrazar a los que siempre fueron mirados de costado.