Diario La Campana

Diario online

Serena, Sinner y el doble estándar del tenis mundial

Por más que cuelgue la raqueta, Serena Williams nunca abandona la lucha. Esta vez, la leyenda del tenis femenino alzó la voz para señalar con firmeza lo que muchos ven pero pocos se atreven a decir: el caso de Jannik Sinner huele a privilegio, a impunidad, a doble vara.

La estadounidense, ganadora de 23 Grand Slams en singles y símbolo indiscutido del deporte, cuestionó abiertamente cómo la Agencia Internacional para la Integridad del Tenis (ITIA) y la WADA manejaron el positivo por doping del actual número 1 del mundo. Sinner dio positivo por clostebol, un esteroide anabolizante prohibido, en dos controles durante marzo de 2024. Sin embargo, la sanción fue mínima: tres meses de suspensión en un período que le permitió no perderse ningún torneo grande.

“Si hubiera sido yo, me daban 20 años. Me sacaban los Grand Slams”, disparó Serena en una entrevista con Time, con la misma mezcla de ironía, bronca y claridad que la convirtió en ícono dentro y fuera de las canchas.

El precedente Sharapova y las cuentas pendientes

El recuerdo de Maria Sharapova fue inevitable. La rusa fue sancionada con 15 meses de suspensión en 2016 tras haber dado positivo por meldonium, una sustancia que había sido agregada ese mismo año a la lista prohibida y que ella tomaba hacia 10 años por problemas de salud. Aunque la exnúmero 1 reconoció su responsabilidad, no hubo contemplaciones. Serena se sinceró: “No puedo evitar sentir lástima por ella”.

La comparación no es caprichosa. En Sharapova hubo castigo ejemplar. En Sinner, discreción, demora y benevolencia. El caso se conoció cinco meses después del primer positivo, justo antes del US Open, torneo que el italiano terminaría ganando. Las explicaciones fueron poco sólidas: que fue un error de los fisioterapeutas, que la sustancia estaba en una crema… y, sobre todo, que la cantidad era tan baja que no otorgaba ventaja. ¿Desde cuándo eso exonera a un deportista?

¿Y si Serena fuera Sinner?

El planteo que flota, incómodo y necesario, es si Serena habría recibido el mismo trato. Ella misma tiene la respuesta: no. Porque no sólo fue la tenista más dominante de las últimas décadas, sino también una mujer negra en un deporte históricamente blanco y clasista. Serena lo sabe, y por eso no necesita atacar a Sinner: lo elogia, lo admira, pero no deja pasar el favoritismo estructural.

“Me he sentido menospreciada tantas veces que no quiero hacer lo mismo con otros”, dijo. Pero su mensaje es claro: el sistema premia a algunos y castiga a otros con diferente vara.

Las críticas a la ITIA y a la WADA no vinieron sólo de Williams. Jugadores, exjugadores y fanáticos se pronunciaron con fuerza, no por odio a Sinner, sino por la opacidad y tibieza con que se manejó su caso. Si el tenis quiere preservar su integridad, necesita algo más que un ranking: necesita reglas claras, iguales para todos, sin importar el nombre, el color, la bandera o el marketing.

Serena no habló desde el rencor. Habló desde la experiencia y la autoridad de quien cambió el tenis para siempre, incluso sin que el tenis se lo haya agradecido del todo.