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Una presencia insultante

Por Eduardo de la Serna

Una ceremonia de Beatificación es una misa solemne; alguien delegado por el Papa, por ejemplo, la preside y con la Concelebración de obispos y curas, diáconos y el Pueblo de Dios en la misma se alegra y da gracias a Dios porque alguien (o varios) son reconocidos por la Iglesia. Muchas cosas se podrían cuestionar, comentar, debatir, sin duda. Tanto al interno de la Iglesia o fuera de ella. Lo cierto es que, y este es el caso en esta ocasión, hoy celebramos en La Rioja la beatificación de los cuatro mártires riojanos. Un elemento muy interesante a tener en cuenta es que los reconocemos como mártires riojanos a pesar que ninguno de los cuatro lo fue (dos cordobeses, un puntano y un francés) porque el lugar de uno no es tanto donde lo tocó nacer sino donde elige vivir (y morir).
Lo que celebramos al beatificarlos es que su vida (y en el caso de los mártires, su vida jugada “en luchar hasta la muerte por practicar la justicia” al decir de la oración de la celebración) es una huella a seguir por el pueblo de Dios. Es decir, y esto es muy importante, es que no celebramos una “estampita”. Celebramos unas vidas comprometidas. Estamos invitados a que sus compromisos, sus luchas, sus militancias sean también las nuestras.

La comunidad eclesial riojana mantuvo viva la memoria a pesar de tanto silencio eclesiástico y civil. Es que el reconocimiento de sus martirios era reconocer la propia cobardía o complicidad. Sus luchas, sus compromisos militantes, incluso ante amenazas y hasta certezas de muerte, fueron una luz en medio de la noche. La Iglesia argentina, con escasas excepciones prefirió el silencio o la mentira. Mentira difundida por los Medios de Comunicación: “falleció en un accidente automovilístico el obispo de La Rioja” decía Clarín, que ya desde entonces mentía. Con el acompañamiento de un poder judicial cómplice, el aplauso de los terratenientes y los poderosos. Hizo falta el regreso de la democracia, la declaración de inconstitucionalidad de las leyes de la vergüenza y la impunidad, un juez y luego una cámara independientes (alguna vez lo hemos tenido), un obispo decidido y el claro apoyo papal para que se reconociera a los cuatro mártires.
Pero claro que nada es sin conflicto en aquello y en estos tiempos. No solamente dos obispos eméritos, algunos sectores del poder político riojano y la misma prensa cómplice de siempre, insistieron en negar el martirio y – por lo tanto – a los mártires, sino que la impunidad y el cinismo de Cambiemos que es – sin duda ninguna – una característica que los define y marca, llevó a hubiéramos de soportar la presencia de la vicepresidenta de la Nación en la celebración. Las dos escasas menciones de protocolo a tan insignificante personaje cosecharon silbidos abundantes, y varios curas del grupo de Curas en Opción por los pobres levantamos por un buen tiempo un cartel que decía: “Michetti: el gobierno nacional insulta la memoria de nuestros mártires”. No faltaron algunos que, desconociendo dónde estábamos y a quiénes conmemorábamos, pidieron que bajáramos el cartel, sino que decenas de personas se acercaron durante y al finalizar la misa a felicitarnos o darnos las gracias.
Gabriel había elegido vivir entre los pobres (incluso con el conflicto eclesiástico que eso le trajo en su paso por Corrientes) y vivió luego en Chamical donde eligió compartir la vida con los más pobres recorriendo en bicicleta las casas de la gente. Carlos era joven (tenía 30 años) y era claro y sin disimulos ah hablar. Ambos eran sospechados. Ambos fueron buscados por quienes dijeron ser policías (probablemente de la aeronáutica) y los llevaron con excusas la noche del domingo 18 de julio. Fueron encontrados muertos luego de ser torturados al borde del camino junto a las vías del ferrocarril, con las manos atadas en la espalda. Wenceslao era campesino, casado con “Coca” y padres de María Rosa, Susana y Estela, trabajaba activamente en la formación de cooperativas agrarias. Por la noche del 24 al 25 de julio fue llamado a la puerta y fusilado. Enrique había ido a celebrar la memoria de los dos curas asesinados, habló con mucha gente y armó una carpeta sobre lo que había ocurrido. Volviendo a La Rioja fue asesinado con un accidente provocado. Los cuatro fueron asesinados por luchar contra un modelo económico defendido por los terratenientes y los poderosos. Los mismos que aplaudieron sus muertes y las invisibilizaron. Los mismos que defienden el modelo económico del gobierno del que la Vicepresidenta es representante.
Sólo cómplices o ciegos pueden negar lo insultante que resultó para muchos su presencia. En las antiguas sociedades religiosas había cosas, tiempos, lugares o personas que eran tenidas por sagradas, mientras que lo demás, era tenido por “profano” (la grieta estaba dada por “lo sagrado y lo profano”). Pues bien… ver que TN transmitió en vivo la celebración, ver que algunos sectores episcopales que siguen despreciando la pastoral de los cuatro mártires, y – simbólicamente – sobre todo, la vicepresidenta presente en el acto, resultó una verdadera profanación de la memoria y de los beatos.
Por suerte (y tenemos 42 años de testimonio) el pueblo y la Iglesia de los pobres seguiremos insistiendo que el neoliberlismo es pecado, porque es muerte y genocidio, hambre y desocupación, injusticia y corrupción. Y el testimonio de Carlos, Gabriel, Wenceslao y Enrique nos muestran a los que queremos escuchar y ver que Dios tiene otro proyecto para su pueblo. En esa estamos andando, con un oído en el evangelio y otro oído en el pueblo. Sinceramente.