
River, el equipo sin identidad que espera despegar
Aunque los resultados aún lo sostienen, el River de Gallardo versión 2025 no termina de arrancar. En medio de un calendario exigente, el equipo sigue sin encontrar una identidad de juego y genera dudas en los hinchas.
En el calendario figura marzo. Pero en el clima que se respira en el universo riverplatense, la sensación es otra. Aun con la Copa Libertadores en marcha, con el boleto al Mundial de Clubes asegurado y con chances intactas en todos los frentes, el 2025 de River huele a noviembre, a diciembre, a cierre más que a comienzo. Y no porque esté cerca el fin de temporada, sino porque el equipo no contagia ni emociona, y se sigue pareciendo demasiado poco a lo que alguna vez fue.
River está a tiempo de cambiar. Pero ya pasaron 15 partidos en lo que va del año —y 39 desde el regreso de Marcelo Gallardo— y el equipo no muestra señales claras de evolución. El sábado, ante Sarmiento, volvió a ofrecer una versión predecible, apática y desganada. Apenas una más en una secuencia que ya dejó de parecer pasajera.
En este contexto, crecen las preguntas lógicas entre los hinchas: ¿hacia dónde va este River? ¿Qué proyecto se está construyendo? ¿Alcanza con los nombres propios y las inversiones millonarias para sostener una idea que aún no aparece?
La promesa que no despega
Con Gallardo de vuelta en el banco y una inversión de más de 50 millones de dólares en refuerzos, la expectativa a comienzos de temporada era altísima. Sin embargo, más allá de algún pasaje prometedor —como el primer tiempo ante Universitario o la remontada frente a Atlético Tucumán—, el equipo no logra consolidar una identidad. El juego no fluye, la intensidad no se ve, y la conexión entre el DT y el plantel parece aún en construcción.
Lo llamativo es que, pese a los refuerzos de peso, la figura más regular sigue siendo Franco Armani. Y las mayores esperanzas en ofensiva están puestas en chicos como Franco Mastantuono y Agustín Ruberto, talentos juveniles que están aún en etapa de formación. El resto del plantel, entre adaptaciones, lesiones y rendimientos irregulares, no termina de hacer pie.
Una camiseta sin identidad
El problema no es solo de nombres. Es estructural. Lo que le falta a River es lo que históricamente lo distinguió con Gallardo: una idea, un estilo reconocible, una actitud. Aquellos equipos del Muñeco no necesitaban llevar la camiseta con la banda para que se los identificara: el juego era su DNI. Hoy, en cambio, la camiseta parece quedarles grande a jugadores que se diluyen en la medianía de cualquier partido del fútbol argentino.
Y el propio Gallardo lo sabe. Lo dejó ver con gestos, con silencios, con miradas. Sabe que este no es el camino. Pero también sabe que el tiempo apremia. Y que la vara, puesta por él mismo, está demasiado alta.
Tal vez lo que falta sea volver a esa exigencia que caracterizó al ciclo más exitoso de la historia de River. Juan Fernando Quintero, uno de los jugadores más cercanos al Muñeco, admitió alguna vez que en los entrenamientos llegaban a “odiarlo” por su intensidad. Pero también reconoció que esa exigencia fue clave para lograr títulos y rendimientos memorables.
Hoy, el escenario es distinto. Gallardo muestra una lógica contemplación con futbolistas que se están readaptando al país. Pero el calendario aprieta, y esa paciencia empieza a ser un lujo que River no puede darse.
El fixture ofrece nuevas oportunidades para cambiar la historia. Este martes, River recibirá a Barcelona de Ecuador en un partido clave por la Libertadores. Después vendrán los mano a mano del campeonato local, la continuidad de la Copa Argentina, y más adelante, el Mundial de Clubes.
Los números —hasta ahora— acompañan. Pero está claro que no alcanzan. Porque River es mucho más que resultados. Y porque este equipo, por ahora, no lo representa.
A Gallardo le queda ahora el desafío más complejo: recuperar el fuego, encontrar la fórmula, y sacar a River del laberinto en el que él mismo sabe que está.