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España se hunde en el caos político, y los amigos de Milei son los principales agitadores

España vive días de gran tensión política, quizás de los más álgidos de la última década, junto con aquellos de octubre del 2017, cuando las autoridades del gobierno catalán resolvieron celebrar un referéndum unilateral de independencia. El ejecutivo de Pedro Sánchez firmó un acuerdo con el partido catalán Junts, que lidera Carles Puigdemont, el principal artífice de aquel día accidentado de votación, para que el actual presidente logre ser investido una vez más por otros cuatro años.

Lo más destacado del acuerdo con Junts -además de reunir los votos para la investidura- es el proyecto de realizar una amnistía para varios de los procesados por aquella aventura soberanista. Para volverse realidad, el parlamento español debería aprobarla; el PSOE y Junts descuentan que conseguirán los votos una vez formado el nuevo gobierno.

Para el socialismo, Junts, y otros partidos como Esquerra Republicana de Catalunya, Sumar o Podemos (casi todos del ala izquierda), se trata de un procedimiento democrático resuelto por dos partidos democráticos, y eventualmente votado por una mayoría parlamentaria. Sin embargo, para las fuerzas de derecha, los medios del mismo sector, y otros elementos de la sociedad civil, se trata de una hecatombe providencial, el prólogo de la disolución del país, la base sobre la cual se funda la dictadura del “traidor” Pedro Sánchez.

En este último bando se ubica el partido radical Vox, con el que la Libertad Avanza comparte el odio por cualquier cosa que huela a “comunismo”, la cultura y los valores castrenses, y ese manido y resignificado concepto de la “libertad”. Su líder, Santiago Abascal, ha sido uno de los principales opositores a la amnistía, incluso varios días antes de que se diera a conocer públicamente el acuerdo entre PSOE y Junts.

Este domingo, Abascal formará parte de una marcha a la que convoca el Partido Popular en todas las plazas del país. Será la antesala de la votación de investidura, que está planeada para el miércoles 15 o el jueves 16. La apuesta de la derecha es movilizar un gran caudal ciudadano que entorpezca o incluso logre alterar el calendario para investir a Sánchez.

Debería ser una marcha con varios cientos de miles en todo el país para doblegar la voluntad espartana del líder socialista, y el trabajo de las fuerzas políticas que acordaron reunir los votos para renovarle el mandato en La Moncloa.

En cualquier caso, la semana entrante veremos una carrera frenética por dirigir la agenda mediática (con su esperable impacto en la calle o, de mínimas, en el ánimo de la gente). A modo de ejemplo, mientras el Partido Popular y Vox denunciaban a diestra y siniestra el “golpe” de Sánchez la tarde del jueves, el líder socialista cerraba por la madrugada los acuerdos parlamentarios que el viernes ocuparían tácticamente la grilla de los canales de televisión y las portadas de los medios: por la mañana el acuerdo con los vascos del Partido Nacional Vasco, por la tarde con los canarios de Coalición Canarias, y así…

El enfrentamiento requiere altas dosis de creatividad y sentido estratégico, cuando no amenazas y advertencias de catástrofes y golpismo.

En la comparecencia posterior a que se supiera el contenido del acuerdo entre el PSOE y Junts, Santiago Abascal dijo que en España se había “puesto en marcha un golpe de Estado contra la nación, la democracia y la ley”, y que se daba inicio así a un “periodo negro de la historia” del país. Acto seguido, prometió iniciar un proceso de resistencia civil pacífica que sería largo, y que debería concluir con “el dictador (Sánchez) en el banquillo o con los que se oponen a este golpe en la cárcel”.

El discurso del capo de Vox no es apto para los seres de luz, y abre un escenario de gran incertidumbre. Requiere un esfuerzo imaginativo extra proyectar el final que anuncia Abascal cuando la agenda política de la semana solo tiene por delante una manifestación de la oposición el domingo y una probable votación de investidura el miércoles.

Para hacerse una idea, en todo caso, habría que retrotraerse a lo sucedido en las sucesivas marchas de protesta que se realizaron esta semana, al inicio contra la sede del PSOE, y luego en la fuente de Cibeles, la Gran Vía, y en las inmediaciones del Congreso de los Diputados, en la capital española.

Miembros de partidos neonazis, partidos sectarios de ultraderecha, barrabravas nacionalistas, turbios empresarios del servicio para desocupar viviendas, y algunos pocos ciudadanos con el temple alterado fueron los principales compañeros de ruta de Abascal en la noche del lunes cuando el líder de Vox decidió sumarse a los reclamos.

En un clima de insultos y rabia que incluyó amedrentar a periodistas tan “comunistas” y “traidores” como el notero de CNN, la liturgia de esa marcha, y las que sucedieron los días siguientes, se floreó con saludos nazis, la entonación del fascista himno falangista “Cara al sol”, banderas ondeantes del dictador Francisco Franco, gritos y pancartas acusando a Sánchez de felón, andanadas de insultos y gestos en la misma línea, además de proclamas contra los musulmanes, y el siempre efectivo y popular recurso de agitar la idea de “convertirnos en Venezuela”.

La serie de protestas, que llenaría de orgullo al general Franco o a la candidata a vicepresidente de la Libertad Avanza, Victoria Villarruel, se extendió a lo largo de casi toda la semana con el objetivo de impedir el acuerdo entre PSOE y Junts que abriera el paso a la investidura y, en una segunda etapa, la votación de la mencionada ley de amnistía.

Mientras Abascal fue protagonista de una de esas memorables jornadas de nostalgia franquista, los líderes del Partido Popular, como su secretario general, Alberto Nuñez Feijóo o la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, fueron algo más remolones, y prefirieron ver el tumulto por televisión sin arriesgar un apoyo a los manifestantes o, por el contrario, hacer un llamado de atención democrático. Al final, y con el acuerdo del PSOE y Junts publicado, su mejor idea fue culpar a Sánchez de crispar a la ciudadanía, y apostarlo todo a la convocatoria de una marcha multitudinaria este domingo.

La agitación política promete extenderse por los próximos días con las cañas y las tapas puestas en un angustioso stand by. Con la investidura de Sánchez ya cocinada (solo deben ratificarse los acuerdos en el parlamento), cabe más preguntarse cuál será el curso de acción de Vox y el Partido Popular una vez que el socialista reciba el respaldo del Congreso, que intentar descifrar el futuro místico que imagina Abascal con dictadores, banquillos y cárceles. 

Como apunte final -y puestos a proyectar escenarios políticos-, resulta preocupante pensar lo que podría suceder con la Libertad Avanza instalada en la Casa Rosada, cuando una fuerza minoritaria como Vox, con tan solo una treintena de diputados en el Congreso Nacional, y presencia en un puñado de municipios, puede atentar contra la sede del partido político que lidera el gobierno, al mismo tiempo que se codea con simpatizantes de Franco, y llama a un acuerdo entre dos fuerzas democráticas un “golpe de Estado”.

AF/CRM