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COVID y la nueva ola: la salud mental

Por Any Krieger – ámbito.com

El tiempo actual de la pandemia es un momento donde prevalece el deber de no enfermar por el colapso del sistema de salud, que puede devenir en desesperanza y depresión.

Autores españoles nos dicen que la cuarta ola ya ha llegado: la de la salud mental. Los psicoanalistas sabemos que ya desde los inicios de la entrada del corona virus, la salud mental se ha visto amenazada y tocada. Mi experiencia durante la pandemia como voluntaria de la plataforma “APA en acción frente a la emergencia COVID -19” me da la oportunidad de poder escuchar a consultantes cuya mayoría nunca han hecho una consulta psicológica. La angustia es el disparador común.

La enfermedad COVID-19 también trae como secuela una depresión concomitante. Sabemos que los pacientes que la padecen actualmente atraviesan un estado de desequilibrio emocional que podríamos leer como un estado depresivo.

Volviendo a la experiencia de los llamados de asistencia a la mencionada plataforma de APA, podemos confirmar que la angustia queda anudada a un alto grado de cansancio que en el discurso puede dirigirse hacia ideas suicidas que fluyen e invaden el pensamiento como una solución. Es importante poder detectar estas ideas y pedir ayuda.

Es muy llamativo escuchar relatos en torno al haber sufrido bulling y esto resulta interesante pues la COVID-19 aparece como una amenaza de un Otro que impacta en las huellas traumáticas de la violencia sufrida y que deja a estos sujetos en una posición de víctima frente a un Otro violento, en este caso representado por el virus.

En España, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, el suicidio se mantuvo como la primera causa de muerte externa durante los 5 primeros meses de la pandemia. La soledad había crecido un 50 % en el país y la falta de interacción por la COVID es factor de riesgo para problemas como la depresión y el suicidio. Japón ha creado un Ministerio de la Soledad para combatir precisamente esta problemática.

En cuanto al síntoma burn out en médicos que se desempeñan en la asistencia directa de los pacientes con COVID, observamos en ellos el cansancio, la desesperanza más aún cuando ven la actitud de los ciudadanos que no se atienen a las normas sanitarias.

“La tristeza de la COVID-19 no es una tristeza común”, dice el Dr. Nasio. Según su perspectiva, este trastorno derivado de la pandemia se caracteriza por tres factores: una tristeza ansiosa, mucho enojo y cansancio. Explica también que las personas con este padecimiento demuestran temor al contagio y desesperanza sobre qué vendrá más adelante. Un estado que las lleva a la exasperación.

La persona está todo el tiempo pensando en sí misma y se deprime, se critica y se denigra. Se siente cansada todo el tiempo. Duerme mucho, se levanta y está cansada. Física y moralmente cansada, apagada, no tiene ganas de nada.

La tristeza en la depresión COVID es una tristeza con angustia, es una tristeza ansiosa, es una tristeza atormentada y además es una tristeza irritable, el sujeto está enojado. Está enojado porque siente que lo maltratan, lo frustran, lo privan.

¿Es la fatiga la que conduce a lo que conocemos clínicamente como depresión?

El virus produce un estrés psicosocial por el miedo a enfermar y al cambio de vida que se ha debido desarrollar y esto deriva en una fatiga donde hay autores que hablan de una fatiga pandémica. El miedo a la enfermedad y sobre todo a morir solo en el hospital se llega a un paroxismo de angustia que se transforma en desesperación.

En toda situación de catástrofe el lugar del líder, del gobernante del cual se espera, en todo caso mucho más de lo que éste pueda realmente brindar pues gestionar en estas circunstancias no es sin tropiezos.

Pienso que cuando las promesas de un padre fallan nos pueden sumir en una profunda tristeza. Frente a la amenaza de un real como el virus, los estados regresivos a los que nos empuja, a una apelación inevitable al padre – líder quien debiera tener la facultad de salvarnos. Cuando esto no se cumple, la sensación de abandono nos inunda en un desamparo de tristeza y soledad que conduce a la desesperanza y al deber de no enfermar.

En pandemia lo que vemos es que hubo una ruptura de la defensa que sume al sujeto en una regresión y como dice Freud en su artículo “Lo siniestro”, de 1919: “Nada tenemos que decir de la soledad, del silencio y de la oscuridad, salvo que éstos son realmente los factores con los que se vincula la angustia infantil, jamás extinguida totalmente en la mayoría de los seres”.

Ya no es la demanda del consumismo ni la demanda de felicidad prepandemia, ahora es la demanda de sobrevivir y la “prohibición de enfermar” a causa del colapso del sistema de salud. El trauma COVID nos conduce a la existencia y existir no es vivir. El desafío entonces será encontrar la forma de servirse del deseo para recuperar las ganas de vivir.