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La patinada de Pera Ibarguren (o cuando el nepotismo empieza por casa)

Pablo Pera Ibarguren se vio traicionado por su inexperiencia en las lides políticas. Salió a acusar de actitudes nepóticas al futuro intendente, Luciano di Nápoli, sin tener en cuenta que él mismo es funcionario municipal, hijo de una actual concejala, a la que sucederá en el cargo, y además integrante del directorio de la ex fundación ambientalista “Alihuén”, junto al actual jefe comunal, Leandro Altolaguirre.
Pera Ibarguren es director de Control e Inspección de Servicios Públicos de la gestión actual, y se despachó, sin ponerse colorado, a opinar sobre la conformación del gabinete que presentó durante el fin de semana Luciano Di Nápoli, sentenciando que la plantilla de funcionarios se vio engrosada “a través del nepotismo caracterizante”.
La definición de “nepotismo”, según la Real Academia Española, es el “trato de favor hacia familiares o amigos, a los que se otorgan cargos o empleos públicos por el mero hecho de serlo, sin tener en cuenta otros méritos”.
Seguramente Pera Ibarguren no buscó en la tradicional publicación de la R.A.E., antes del fallido que protagonizó. Se hubiera identificado él mismo, en primer lugar, ya que el 10 de diciembre pasará a ocupar la banca, todavía caliente, que le dejará su madre, la actual edila María Celia Ibarguren.
También podría entrar dentro de la definición de “nepotismo” el caso de los hermanos Nicolás y Francisco Romano, el primero Juez de Paz y el segundo Director de Comisiones Vecinales, de la misma gestión de Altolaguirre, además de hijos de una reconocida dirigente radical.
Ni hablar de los hijos de al menos un director y una directora municipales, que lograron pasar a formar parte de la planta de empleados municipales con el único mérito de ser hijos de funcionarios.
Tal como se ve, el futuro concejal deberá mejorar la puntería antes de disparar hacia la otra trinchera, sobre todo cuando le puede recordar que a veces el nepotismo empieza por casa.