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Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia

Por Alicia Mayoral

“Las tragedias y catástrofes nacionales protagonizadas por diferentes pueblos alrededor del mundo, han dejado terribles secuelas en distintos aspectos de la vida de las personas. Argentina no ha sido la excepción. La última dictadura cívico-militar padecida entre 1976 y 1983, hizo enarbolar -con dolor- para toda la posteridad las proclamas de “memoria, verdad, justicia y nunca más”.
En nuestra provincia de La Pampa, muy lejos de ser una isla, el terrorismo de Estado produjo sus víctimas. Cerca de 450 trabajadoras y trabajadores de la Administración Pública Provincial fueron despedidos o “prescindidos”, junto a otros pertenecientes a organismos nacionales con asiento en La Pampa. La mayoría de ellos perseguidos y despedidos por su actividad gremial o militante, contraria al régimen de facto.
Hubo más de 260 personas detenidas, demoradas o encarceladas sin causa ni proceso judicial, o secuestradas ilegalmente. Muchas de ellas fueron vejadas, humilladas o torturadas. Además, en territorio pampeano se efectuaron cinco ejecuciones víctimas del terrorismo de Estado.
Tras las investigaciones correspondientes realizadas en democracia, pudieron identificarse seis Centros Clandestinos de Detención y Tortura: dos en Santa Rosa, dos en Jacinto Arauz, uno en General Pico y uno en Catriló.
A la fecha según datos oficiales, 52 pampeanos fueron desaparecidos y desparecidas en distintas ciudades del país, entre ellos dos niños –hoy adultos- nacidos en cautiverio y que viven con una identidad que no es la biológica. En octubre de 2017, tuvimos la inmensa alegría de recuperar a uno de esos niños, la nieta 125… hija de Lucía Tartaglia, una de nuestras desaparecidas.
Vale agregar que un número no determinado aún de comprovincianos, sufrieron el exilio interno y externo, viviendo segregados de la sociedad en diferentes puntos del país, llegando incluso a tener que exiliarse debido a la persecución impuesta por el llamado “Proceso de Reorganización Nacional”.
Es por esas víctimas del horror padecido en nuestro país, que debemos estar alertas, recordando con respeto y responsabilidad las tragedias del pasado para NUNCA MÁS repetirlas.
Las democracias se fortalecen con verdad, justicia, responsabilidad cívica, cooperación, solidaridad, paz, inclusión, trabajo, bienestar general y participación genuina en el quehacer nacional; siempre en un marco de tolerancia y respeto mutuo por las ideas, deseos y aspiraciones de todos los sectores que componen la comunidad. Estas deben ser las banderas que debemos tomar argentinas y argentinos, más allá de nuestras saludables diferencias, solo así podremos honrar la memoria de aquellos que no están, en aras de un mundo mejor”.