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Mucho más que dos

Las usinas de ideas de Cambiemos parecen decididas a reeditar la denominada “teoría de los dos demonios” para fortalecer políticamente sus  intentos de imponer las reformas a leyes que garantizan derechos sociales a los argentinos.

Los paralelismos existen, por lo tanto no es errado pensar que hay un plan orquestado para hacer creer que uno no está viendo lo que efectivamente vio.

En Capital Federal, luego de la frustrada sesión de la reforma previsional, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, dijo a los medios, sin que se le moviera un músculo, que los golpes y balazos de goma que recibieron trabajadores de prensa y diputados nacionales provinieron de los manifestantes, cuando las cámaras de televisión mostraron lo contrario.

Pretendiendo hacer creer que uno no vio lo que vio. Como un falso ilusionista, que pretende hacer el truco de ocultamiento con vasos transparentes, representantes de  la alianza Cambiemos pampeana quisieron emular a Peña y realizaron un contacto solo con algunos periodistas, pretendiendo que fuera una conferencia de prensa.

El contacto con los medios intentó ser de apoyo a las reformas macristas y a su tratamiento en el Congreso. La Alianza macrista no contó con todos sus referentes, puesto que del radicalismo solamente fue un asesor del senador Juan Carlos Marino. No estuvieron ninguno de los legisladores nacionales embanderados con esa fuerza, en el Senado Marino y en diputados Daniel Kroneberger y Martín Maquieyra, protagonistas absolutos en el trámite parlamentario. Los tres siguen esquivando sistemáticamente a los medios pampeanos que les quieren preguntar sobre su apoyo al despojo a los adultos mayores.

Maximiliano Aliaga, diputado del macrismo en la Legislatura Provincial, hizo gala de una nueva forma de “semblantear” manifestantes, a que aseguró que entre los que protestaban el jueves “había gente que no parecía militante de ningún partido ni sindicato, robustas, de metro noventa, con gomeras que tiraban bulones que pegaban fuerte contra las vallas”, dejando por sentado que los robustos y altos que se quejen públicamente pueden estar sujetos de ser reprimidos.

Aliaga consideró que “fueron pocos gendarmes” que reprimieron a los manifestantes. Sin dudas que el caleidoscopio del tiempo le cambió la perspectiva, de lo contrario también podría haber considerado poca la custodia del entonces gobernador Oscar Jorge, cuando en 2009 emboscaron el vehículo en el que iba el mandatario, para que no fuera a Buenos Aires para apoyar al gobierno de entonces y a la Resolución 125. También podría haber estimado que había pocos gendarmes cuando también por esos días manifestantes en un piquete en rutas pampeanas lanzaron una rastra al paso del entonces fiscal Mario Bongianino, que junto a su familia había osado esquivar un piquete.

Lo de Peña y Aliaga son solamente dos ejemplos de la cruzada que parece haber emprendido la alianza que encabeza Mauricio Macri, intentando convencer a la sociedad de que el tema de las reformas solo compete a dos partes en pugna: el macrismo y el kirchnerismo. Según esta particular visión, la cosa sería solamente entre estos dos demonios y el resto de la sociedad, entre los que se encuentran millones de trabajadores y jubilados que se verán afectados directamente por las leyes que impulsan desde Cambiemos, serían lo más parecido al convidado de piedra de la obra de Tirso de Molina.

En los 80 la teoría de los dos demonios fue enarbolada por el gobierno radical del ex presidente Raúl Alfonsín para justificar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y pretendía que tanto las organizaciones guerrilleras como el estado argentino libraron una batalla de igual a igual. De idéntica manera, para sacar estas reformas, los simpatizantes y seguidores del macrismo intentan imponerla para que la protesta quede circunscripta a una lucha solamente entre gente afín a Mauricio Macri y a Cristina Fernández de Kirchner, restándole identidad al resto de la sociedad que sufrirá las consecuencias de estas medidas, y que decidió salir a las calles.

Con  esmerado énfasis pretenden presentar como violentos a la totalidad de los que ejercen su derecho constitucional a manifestar contra lo que se considere lesivo para el interés colectivo, y como vergonzoso el accionar de los legisladores que recurren al quórum o al voto negativo cuando estiman que si votaran de otra manera causarían un perjuicio a la sociedad que los puso en esos escaños.

Seguramente no consideraron una vergüenza la violencia sin límites desatada contra cualquiera que osara contradecir al mandato del presidente Macri. “Los perros no distinguen a manifestantes de diputados” fue la frase elegida por la ministra Patricia Bullrich para explicar el motivo por el cual hubo diputados que presentaban mordidas de los canes de las fuerzas de seguridad. Tampoco hubo una explicación lógica a los manoseos a que fue sometida, por parte de efectivos de gendarmería, una joven que simplemente pasaba, luego de su jornada laboral, por el lugar donde uniformados repartían golpes a diestra y siniestra.

Es tal el afán por esta moderna adaptación del engendro de los ochenta que hasta se llega al extremo de querer presentar a los jubilados y empresarios en igualdad de condiciones, pero la realidad indica que por estos días a los adultos mayores les meten la mano en los bolsillos, mientras que al empresariado se lo exime del pago de una parte de los aportes patronales.