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Caballero: “La vida me enseñó que el camino largo de los sueños también existe”

Por Sebastián Varela del Río -P12

Atajar debe ser como poder frenar con las manos a un sinfín de destinos complejos. Por eso, cuando saca esa pelota a guante cambiado por encima del travesaño, incluso sin haberlo reflexionado, debe saberlo con certeza: impedir tristezas no es para cualquiera. El buzo que dice Caballero no se anima a desmentir a las condiciones. Mucho menos al tiempo. Caballero, se llama, como se llama Wilfredo, el arquero de la selección nacional de fútbol. Caballero como el reemplazante de Sergio Romero, como el arquero del Chelsea, como el que deslumbró en el Málaga o como el que se recibió de jugador de elite bajo la tutela de Pep Guardiola en el Manchester City. Caballero, pero no Willy, sino Gabriela.
Gabriela juega en la UBA y defiende los tres palos con la misma pasión con la que se interpela con su hermano Wilfredo, de arquera a arquero. Por eso, cuando él debe responder sobre sobre ella, algo en su voz se ablanda, como si no pudiera separar a los guantes del corazón. A días de debutar en el arco de Argentina ante Islandia, Willy no arranca hablando de Leo Messi, ni de Sampaoli, ni del 86, ni del sueño mundialista, ni de la polémica de turno, ni de sí mismo. Todo arranca, claro, por el mandato divino que comparte con su hermana.

-¿Qué te pasa al verla?
-Me encanta verla. Tener una hermana arquera es muy lindo. Lo disfruto y me emociona. La pasión con la que las mujeres juegan al fútbol es algo magnífico. Hay muy buen fútbol femenino en Argentina y creo que nosotros tenemos que colaborar para que las condiciones en las que lo hacen puedan mejorar. Ojalá pase, porque la pasión que ponen a la hora de entrenar y de jugar es total. No sólo por mi hermana lo digo. Por todas. He ido a ver partidos y me llena de alegría verla atajar. Lo cierto es que hoy las jugadoras tienen que trabajar al mismo tiempo que entrenan, porque sino no pueden mantenerse. Deseo que puedan vivir de esto y así disfrutar todavía más de este deporte.
-¿Cómo vivís todo este despertar del feminismo y del papel de las mujeres en la sociedad?
-Lo vivo bien. Ojalá no tuviera que haber un despertar para que todos prestemos atención. Los hombres y las mujeres somos iguales, somos humanos, somos personas y tenemos los mismos derechos y creo que es una obligación que podamos desempeñar los mismos deportes, los mismos trabajos y las mismas libertades.
El tono de voz grave de Caballero avanza como un mar de contundencia. Aunque no lo diga, parece un futbolista templado al calor de la experiencia, esa que él mismo desmentirá al decir que un arquero sólo aprende si alguien confía en él bajo los tres palos, tenga la edad que tenga. Willy debutó en Boca, vivió largos y trabajosos años en el Elche (con un breve paso por Arsenal) y luego arribó a su gran función: Málaga, Manchester City y Chelsea. A los 36 años, el entrerriano estará en el lugar que miraba con avidez hace sólo cuatro años.
-¿Dónde viste el último Mundial?
-En Buenos Aires, con mi familia. Y la final en Escocia, de pretemporada, en la habitación con Bruno Zuculini. Sufrí. Lo viví como hincha y sufrí, claro.
-¿Llegaste a pensar que no te iba a tocar nunca?
-No. Nunca. Gracias a Dios siempre tuve la esperanza y la fe de que iba a llegar. No importaba lo que pasara, yo seguía pensando en que esto podía ocurrir. Si no tenés esperanza, hay algo en vos que se apaga. Nunca se fue de mi cabeza. Se hacía duro, obviamente, porque nuestra vida de arquero es así, es distinta a todo y te pone a prueba todo el tiempo. A veces te toca no jugar. Otras veces, merecés jugar y tampoco te dan la chance. Ahí se te va formando una coraza dura en la que terminás aguantando siempre. Cada día te influye menos aquello que no llega y, sin darte cuenta, estás un paso más cerca.
-¿Ser arquero y vivir al filo del error implica tener una cabeza especial?
-Claro. Obviamente que tenemos una cabeza distinta al resto. Nosotros sabemos que un pequeño error nos puede sepultar y que una jugada importante en la que salvamos al equipo por ahí no es valorada como debería. Vivimos con eso. Cuando lo hacés mal en una jugada y el equipo gana, también te vas amargado. Al arquero se le exige hacer todo bien y nadie se da cuenta lo difícil que es.

-¿Cómo lo laburaste a nivel cabeza?
-De chico ya me costaba mucho creer lo que se decía de mis condiciones. Era tímido. Incluso hasta los 19 o 20 años. En Boca tenía una psicóloga que me ayudaba a trabajarlo. Si no lo trabajás y lo arreglás, no podés jugar en Primera. Después, de grande, también hice terapia pero para solucionar temas personales, que cuidado que también se te pueden meter adentro de la cancha. Todo sirve y todo te mejora. Mi hermana es psicóloga también y me aconseja. Trabajo mucho para enfocarme bien y para estar preparado para cuando me toque responder.
-¿Lo de afuera de la cancha se te puede meter en la cabeza durante un partido?
-Durante un partido es más difícil, porque el animal competitivo que uno tiene adentro hace que esté metido. Pero en un entrenamiento sí, puede perjudicarte, porque a la vez entrenás peor y no estás como tenés que estar. Lo más difícil es conseguir jugar. Hacés todo por eso. Es minuto a minuto. Pelota a pelota. Finalmente, cuando lográs estar adentro de la cancha el fin de semana es cuando se disfruta.
-¿Cómo te llevás con aquella sentencia que asegura que la clave de un arquero está en la experiencia?
-Es verdad que el arquero juega hasta más tarde, pero yo siempre critiqué al elogio a la madurez del arquero. Y lo digo siendo grande. Si sos bueno, podés serlo a cualquier edad. Necesitamos aprendizaje, claro, y que le banquen algunos errores, pero la madurez puede llegar en cualquier momento. Atajar mejor se ataja jugando. Hay arqueros de 21 o 22 años que son bárbaros y que tienen la cabeza que tienen que tener para atajar. Si un arquero tiene experiencia es porque alguien confió en él. A partir de ahí todo es más fácil.
-¿Llegabas a soñar con jugar un Mundial de chico o ni se te cruzaba?
-No, no lo soñaba. Me quedaba muy lejos. Lo que deseaba era jugar al fútbol. Nunca me levanté a la mañana pensando que jugaba el Mundial con la de Argentina, porque era imposible. Todo el mundo quiere jugar al fútbol y por eso. Yo quería ser jugador y lo deseaba en voz alta y con los ojos abiertos. Y calculo que de soñarlo tanto se me cumplió lo del Mundial sin que lo hubiera pensado.
-¿Se llega a disfrutar a este nivel?
-Sí, la verdad que yo no viví esto muchas veces en mi vida y debería estar más nervioso de lo que estoy, pero no. Me dedico a disfrutarlo. Si no estás tranquilo, no disfrutás. Y yo lo estoy. No sueño a futuro y a largo plazo, voy día por día, en cada entrenamiento, en cada pelota, en cada jugada. Eso me ayuda a mantenerme enfocado.
-¿Qué le dirías al Caballero que recién empezaba su carrera y que estuvo más de 18 años esperando esto?
-Vas a tener un camino duro. Un camino largo. Vas a ver que a otros se les va a hacer más fácil, que sus caminos van a ser más cortos, mientras que el tuyo va a ser larguísimo y te va a costar mucho más, pero al final lo vas a conseguir. Trabajá duro que lo vas a conseguir.

-¿Sentís que pusiste mucho para llegar acá?
-Costó mucho. Jugué muchos años en Segunda en España y eso es duro. Es duro viajar y vivir el desgaste y no ver el horizonte y no saber cómo va a terminar. También pasar por lo que pasé con mi familia. Por eso te digo que la carrera del futbolista cuesta mucho. Hoy en la selección hay tres arqueros con historias vinculadas al esfuerzo. Uno con historia en el ascenso. Otro que tuvo que pelearla para jugar en su país y crecer. Y otro como yo que estuvo muchos años recontra separado de todo en la segunda división. Nuestra carrera no fue un éxito tras otro y por eso lo vivimos de una manera diferente.
-¿En quiénes vas a pensar si te toca atajar?
-Mi familia. Mi señora y mis hijas. Lo primero que voy a hacer es buscarlas en la tribuna, saber dónde están, para compartirlo a la distancia. Ellas fueron las que me acompañaron durante el trayecto. Las que me bancaron durante muchos años en los que no todo era tan fácil como ahora. En los que las ganas de dar el máximo a veces no estaban. En los que no se hacía tan fácil ir al gimnasio a trabajar dos horas más que tus compañeros. Ellas me dieron la fuerza para seguir adelante. Toda esa fuerza que te da tu familia hace que sigas laburando para mejorar, incluso en los días en los que parece que no vale la pena. Por eso, hoy todo esto es para ellas.
-Hoy que estás a punto de jugar tu primer Mundial, ¿valió la pena, entonces, todo ese esfuerzo?
-Sí. Fue duro. Fue más largo. No hubo nada fácil. Pero el camino largo llega a destino igual que el camino corto. La vida me enseñó que el camino largo a los sueños también existe. Y que el esfuerzo paga. Y acá estoy, al final de todo ese camino, disfrutando.