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A 71 años de la declaración de los derechos del trabajador

Por Alicia Mayoral – Dip. Prov. PJ

Hace 71 años, un 24 de febrero de 1947 el Presidente Juan Domingo Perón proclamaba en el Teatro Colón de Buenos Aires, los Derechos del Trabajador Argentino. El 7 de marzo de ese año, los mismos fueron formalizados mediante Decreto del PEN bajo el N° 4865. Dos años más tarde, serían incorporados a la Constitución Nacional, junto a los Derechos del Niño y de la Ancianidad.
Es cierto que tanto el socialismo como el radicalismo habían militado y legislado al respecto, sin embargo fue el justicialismo de aquellos años, quién efectivizó los derechos del trabajador, haciendo cumplir la ley y ampliando beneficios en materia de reformas sociales y previsionales.
Entre el decálogo de derechos enunciados por el Presidente Perón aquel 24 de febrero de 1947, ubicó en primer lugar “EL DERECHO A TRABAJAR”, como medio indispensable para satisfacer las necesidades materiales y espirituales del individuo y la comunidad. El derecho a una retribución justa, a la capacitación, a condiciones dignas de trabajo, a la preservación de la salud, al bienestar, a la seguridad social, a la protección de la familia, al mejoramiento económico y a la defensa de los intereses profesionales; completaban dicho decálogo, marcando la intención gubernamental de proteger, mediante políticas de estado acordes, la dignidad de todos los trabajadores, motores primordiales para la construcción de la patria y la felicidad del pueblo.
Basta con leer la historia, para corroborar de que manera mejoraron las condiciones de los trabajadores en aquellos años, haciendo realidad cada proclama de esa superadora declaracion de principios.
Hoy lamentablemente, -en un país donde aún “esta todo por hacerse” como decía nuestro líder político-, la Argentina registra en 2018 un desempleo del 9%, junto a un casi 30% de personas viviendo bajo la línea de pobreza. El modelo económico neoliberal, de achicamiento del Estado, reducción del gasto público y fortalecimiento de la especulación financiera, viene demostrando desde hace dos años, que los sectores económicos medios y bajos de nuestra sociedad, no son los beneficiados del mismo. Aumento de tarifas en servicios públicos, caída del salario real, disminución del consumo, despidos en organismo nacionales, inflación, crisis de las economías regionales, caída de las exportaciones, cierre de fábricas, etc.; son algunos de los efectos contraproducentes para el desarrollo de un país como la Argentina, prodigioso en recursos naturales y humanos, hoy desaprovechados.
Por ello, éste recordatorio apunta a diferenciar dos modelos de país. Un modelo pensado para armonizar las relaciones entre todos sus habitantes, al amparo de un Estado presente y justo; con un modelo de país excluyente, gobernado para el enriquecimiento de unos pocos, por sobre el avasallamiento de derechos y beneficios de muchos otros. En ese último modelo, no es posible la felicidad del pueblo, cuando sus integrantes no pueden trabajar, pierden su trabajo o el mismo es precarizado.
Si todos -pueblo y dirigentes unidos- tenemos en claro esas diferencias y trabajamos en conjunto para revertirlas, podremos avanzar en las soluciones. De lo contrario daremos cuenta de nuestra incapacidad para evitar errores ya cometidos, llevándonos a aumentar la desigualdad, exclusión, pobreza e infelicidad de nuestra gente