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Un muerto por día

El año comenzó con una serie de polémicas, en el ámbito político, pero en el plano real se puede contabilizar que en lo que va de 2017 se han producido una muerte por día, como consecuencia de siniestros de tránsito, tanto ruteros como urbanos. Por estas horas se puede decir que en La Pampa han muerto -en la primera quincena del año-  más personas por siniestros de tránsito que por cáncer, diabetes, dengue o cualquier enfermedad conocida.

Al frío número de una muerte diaria se le deben sumar los heridos, los que quedarán con alguna secuela de por vida, al entorno familiar y las consecuencias que les provocan estos siniestros. Evidentemente esto multiplica varias veces las víctimas.

A esto debe sumarse también el factor meramente economicista, pero no menor, del gasto que se produce en las arcas del Estado la atención, medicación, tratamientos, traslados, etc. que le insumen los involucrados.

Continuando con la cuestión numérica, bien podría el lector tomarse unos minutos para recordar cuándo fue la última vez que recibió un folleto preventivo sobre medidas para manejarse con seguridad en el tránsito. Podría hacer memoria sobre cuándo fue la última vez que le alertaron en una ruta nacional o provincial sobre el estado de la calzada, o las precauciones a tomar en un camino de trazado complicado.  También podría tratar de hacer memoria y buscar entre sus papeles cuándo recibió una multa por exceso de velocidad en alguna ruta pampeana. Cuando una por no llevar el cinturón de seguridad colocado. O cuándo vino su hijo de la escuela con material de haber sido educado en seguridad vial.

Durante los incendios, que venían produciéndose desde noviembre pasado, difícilmente a algún conductor le hayan entregado en algún puesto caminero folletería sobre cómo conducir en forma segura si lo sorprende el humo en la ruta. O entregarle a los turistas que transitan por nuestro territorio material sobre los puntos críticos, para extremar cuidados al atravesar por esos lugares.

Más allá de la responsabilidad individual que le cabe a cualquier conductor cada vez que se sube a un vehículo, sea cual fuere, el Estado tiene la responsabilidad colectiva y comunitaria de contribuir a la existencia de la seguridad en el tránsito.

A un año de asumidas las autoridades elegidas en todos los estamentos de los Poderes Ejecutivos, las campañas de prevención han brillado por su ausencia.

Es raro que gente supuestamente avezada en lo que hace a la materia, insistan en presentar operativos de controles de documentación vehicular y de los conductores como si fueran un aporte que indefectiblemente arribará en que el tránsito seas más seguro. Lo único que lograron hasta el momento es secuestrar cantidades industriales de motocicletas, el mayor porcentaje  está dirigido a controlar a estos vehículos, que en la mayoría de los casos no son retiradas de los depósitos municipales, ya que sigue siendo más práctico para el infractor comprar una moto nueva que retirar la que le quitaron.

Afortunadamente desde el Ministerio de Seguridad cesaron los esfuerzos en persecuciones estériles y peligrosas de infractores, que el año pasado causaron más de un dolor de cabeza, cuando no muertes.

Como sociedad se ha caído en confundir el concepto de “seguridad” con la garantía de que no le sustraerán, en la casa o en la vía pública, sus objetos y bienes personales, la mayoría de los reclamos siempre se centran en ese aspecto. Se pierde de vista que el bien mayor que posee una persona es su propia vida y la de sus afectos. Ahí entra a tallar la idea de “seguridad comunitaria”, tan ausente en las políticas que se aplican en la actualidad. Y que la seguridad también abarca el derecho de transitar por rutas y calles sabiéndonos p´rotegidos.

En cuanto a la seguridad tanto vial como en el tránsito, conviene tener en cuenta de que no es solo responsabilidad –por caso en La Pampa- de la cartera de Seguridad, también atañe a Educación, Salud, Justicia y hasta en la propia de Hacienda. Aunque suene a verdad reiterada, este es un tema que todavía no es considerado como una cuestión de estado, por lo tanto con cada gobierno se agilizan o retrasan, según el funcionario de turno, las acciones en este sentido.

Es para destacar que a pesar de la cifras con que inició el año, en materia de siniestralidad vial, no se haya convocado de urgencia al Consejo Provincial de Tránsito, para tratar el tema.

Como ejemplo de la desinteligencia con que asume cierta dirigencia política al tema vale destacar que en la última semana la primera iniciativa concreta para evitar siniestros viales en jóvenes alcoholizados provino del Concejo Deliberante santarroseño y no del Ejecutivo municipal. Para demostrar es desinterés, el intendente Leandro Altolaguirre pegó el faltazo y mandó funcionarios de tercera línea al acto. Sin embargo hizo uso del oportunismo, en lugar del sentido de la oportunidad, y se sacó fotos a más no poder en un circunstancial operativo de control vehicular en uno de los accesos a la capital pampeana, de dudosa efectividad.

La foto es de un operativo. Un día. Mientras tanto, la fría estadística dice que poco más de una persona por día están muriendo en las calles y las rutas pampeanas.

Alguien debería preocuparse ¿no?.